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Presencia e Influencia Británicas en la Independencia del Río de la Plata (página 2)



Partes: 1, 2, 3, 4

También informa que el contrabando es muy grande
y se realiza con el consentimiento y participación
económica de los encargados de evitarlo. El informe elogia
las harinas, las galletas y la carne salada proveniente del
Río de la Plata por su calidad y baratura, en especial
esta última de la que sugiere proveer a las posesiones
inglesas. Por último propone apoderarse de la
región por su riqueza de recursos.

Otro informe publicado en el Times el 25 de septiembre
de 1806, habla de la gran fertilidad del suelo, la abundancia de
los campos de pastoreo; concluyendo que se está frente a
lo que será el granero del mundo. Por si lo otro no fuera
suficiente para incitar la codicia inglesa, el informe agrega que
las mujeres rioplatenses son las más hermosas y
simpáticas, y su manera de vestir muestra un gusto
superior. Termina hablando de las barras y monedas de oro que se
pueden obtener de Buenos Aires.

Por si esto fuera poco, Popham mandó circulares a
los jefes comunales de las ciudades industriales inglesas;
dándoles cuenta del enorme potencial de comercio y
riquezas que se pueden obtener de la región. Esto
enloqueció a fabricantes y comerciantes que enviaron
más de 100 barcos con todo tipo de mercaderías,
como complemento de la Segunda Invasión.

Otro componente, esta vez político, consigna que
en ese momento Inglaterra tenía un gobierno Whig, es decir
laborista, que cedió ante la marea manufacturera y la mano
de obra que generaba; se imponía la apertura de mercados,
por lo que cambió su política con España,
ordenando la expedición que puso a cargo del General
Samuel Auchmuty, e integraban Whitelocke y Craufurd.

No obstante el jefe de gabinete Lord Grenville
tenía sus reservas y escribió: "Nunca tuve mucho
entusiasmo por meterme en Sudamérica, pues es más
fácil meterse allí que
salir".[31]

Pero a esa altura la codicia y el revanchismo
inglés, una vez conocida la noticia de la reconquista,
aceleraron los preparativos de invasión.

El 26 de febrero de 1807, ya en los momentos previos a
la Segunda Invasión; desde Montevideo que ya había
sido tomada el 3 del mismo mes, el jefe de las fuerzas inglesas,
General Samuel Auchmuty envió a uno de sus oficiales el
Mayor Campbell, con una carta dirigida a Santiago de Liniers. El
relato de Campbell recogido por Roberts da cuenta de un gran
desorden e irrespeto, al punto de manotear la carta.

Los ingleses no solamente llegaron a Montevideo con
fuerzas militares, éstas precedieron a los barcos
mercantes y hasta un periódico, la "Estrella del Sur",
como una especie de mensajeros de libertad de expresión y
de comercio.[32]

La expedición no fue un secreto, a tal punto que
el marqués de Sobremonte que estaba en Montevideo,
trazó varios planes defensivos, que finalmente no se
ejecutaron por ineptitud; además de sus diferencias
internas, a nivel de enemistad con Liniers que estaba en Buenos
Aires. Lo mismo se puede decir de Huidobro, autoridad portuaria
de Montevideo. En suma, el ambiente de desorden, la indisciplina
y la consecuente inacción, constituía el ambiente
propicio para favorecer la segunda invasión y la toma de
Montevideo.

En febrero de 1807 mientras los ingleses desembarcaban
en la Banda Oriental ocupando Montevideo. Los oficiales ingleses,
luego de la derrota que habían sufrido durante la primera
invasión, estaban confinados en la ciudad de Luján,
cerca de Buenos Aires. El capitán de artillería,
Saturnino Rodríguez Peña, encargado en entregar los
sueldos a esos oficiales, entabló conversaciones con
Beresford imaginando un propósito de independencia con la
ayuda inglesa. El resultado de esas conversaciones fue que
Rodríguez Peña facilitó la fuga del general
William Carr Beresford y del coronel Denis Pack.

El héroe del momento era Santiago de Liniers,
enemigo de Sobremonte en 1806, sobre el que triunfó en
1807 aprovechando la caída de Montevideo para fomentar
protestas en las que se pedía la destitución del
Virrey por su inoperancia. El Cabildo, la audiencia, el Consulado
y el Obispo se reunieron el 10 de febrero de 1807 y depusieron a
Sobremonte por imperito como militar e indolente como
político, suspendiéndolo de todos sus cargos y
arrestándolo.

Tras esta jugada existían intereses particulares.
Por un lado el partido español, que proponía a
Álzaga como nuevo Virrey y por otro el criollo que
proponía a Liniers, enemigo declarado del primero ya desde
antes del juicio de su amigo White Vs Bickam.

Sobremonte estuvo arrestado en Buenos Aires hasta 1809,
cuando el Virrey Cisneros lo mandó a España donde
fue enjuiciado y finalmente absuelto de culpas comprobadas en
1813. Finalmente premiado con un cargo de gran importancia
política y prestigio, lo que conllevaba un jugoso salario;
Consejero de Indias.

Con los ingleses ya en Montevideo se produjo un cambio
de manos en el gobierno inglés; cae el gobierno Whig
(British political party), El 25 de marzo de ese mismo año
cayó en Inglaterra el Gabinete de Grenville, asumiendo uno
gobierno Tory, presidido por el duque de Porland, en el cual
figuraba Jorge Canning como Ministro de Relaciones
Exteriores.[33]

Los Whig con Grenville a la cabeza, aunque con reservas,
se habían abocado a la tarea de convertirlas en colonias
inglesas. Los Tory con Portand, Canning y Castlereagh las
preferían independientes, aunque bajo su influencia. Sin
embargo respetaron los hechos iniciados por el gobierno anterior
y asumieron las consecuencias de la invasión.

El nuevo jefe de gabinete Portland, adoptó la
estrategia del fallecido jefe de su partido Wiliam Pitt;
patrocinar para Sudamérica la independencia de las
colonias españolas. Ese pensamiento se fundamentaba en la
idea que los Whig estaban equivocados en creer que el Virreinato
del Río de la Plata aceptaría ser colonia,
aún a cambio de ventajas comerciales, las que ya
poseían totalmente gracias al contrabando.

En ese mismo mes de marzo una publicación del
Times de Londres calificaba a Popham como jefe de una
expedición filibustera pirata, movido solo por el
afán de riquezas; lo que era estricta verdad, aunque
también se aplicaba a muchos de sus
conciudadanos.

Como ya hemos consignado luego de la toma de Montevideo,
los barcos mercantes ingleses atracaron en el puerto y
revolucionaron la ciudad al punto que no tenían
dónde colocar toda la mercadería ni dónde
alojar a sus mercaderes. Frente al puerto de Montevideo llegaron
a contarse entre las flotas naval y mercante más de 200
buques ingleses.

Luego de retirada la invasión, las
mercaderías inglesas fueron adquiridas a muy bajo precio y
sin aranceles de aduana por Santiago de Liniers en sociedad con
su suegro Manuel de Sarratea. Acto seguido en su calidad de
Virrey prohibió el comercio extranjero; con lo que
logró vender los bienes que adquirió a muy bajo
precio, obteniendo grandes ganancias.
[34]

Sensaciones y temores de los ingleses

El General Samuel Auchmuty era norteamericano de
nacimiento pero inglés y monárquico por
convicción, peleó como oficial en los
ejércitos ingleses; incluyendo la guerra de independencia
contra las colonias de Norteamérica; su opinión era
que la independencia no era necesaria.

Sobre los criollos del Río de la Plata opinaba:
"aunque por su ignorancia, su falta de moral y la barbarie de
su modo de ser son totalmente incapaces para gobernarse por
sí mismos, desean seguir los pasos de Norteamérica
y erigirse en estado independiente. Si nosotros les
prometiéramos la independencia, se rebelarían al
momento contra su gobierno y se unirían a nosotros con la
gran masa de la población. Pero nada menos que la
independencia les satisfaría del todo, preferirían
nuestro gobierno a la anarquía actual de Buenos Aires o al
yugo español; siempre que les prometiéramos no
devolver su país a España en caso de una
paz".
[35]

A su vez el General Craufurd, manifiesta su asombro por
el efecto que causó en las clases altas la defensa de
Buenos Aires; lo que a su juicio hizo avanzar en más de un
siglo su pensamiento político. "Empiezan a sentir su
poder y una fuerte inclinación a usarlo a favor de un
interés más íntimo que la
Reconquista… Estos sentimientos no tuvieron empacho en
declararlos abiertamente ante los oficiales ingleses en el
fuerte, y es una cuestión debatible si Buenos Aires y
quizás toda Sudamérica no se encuentran más
irrevocablemente perdidas para España, como consecuencia
de esta invasión inglesa que si hubiera caído bajo
nuestro dominio… Si Inglaterra hubiera vencido
sería un segundo Estados Unidos y bien pronto se hubiera
independizado".
[36]

Por su parte el historiador argentino Luis L.
Domínguez escribió que la conquista de Buenos Aires
mostró a todos los criollos la debilidad de España.
La Reconquista de 1806 y la Defensa de 1807 les dio conciencia de
su propio poder: derribaron a un virrey, nombraron a otro y
vencieron a un enemigo sumamente poderoso. ¿Se necesitaba
algo más para ser independientes? No, ya lo
eran.[37]

Impresiones del Teniente General
Whitelocke

  • 1. Obstinación de los habitantes: Al
    general le impresionó el empecinamiento de los
    habitantes del Plata en la defensa ante la invasión,
    lo que le hizo dudar de la posibilidad de dominio, en caso de
    lograrlo, de mantener la invasión.

  • 2. Peligro de desaparición de su
    ejército: Desde un primer momento sufrió una
    gran cantidad de deserciones, principalmente de irlandeses
    católicos que cambiaban de bando, luego de su tropa en
    general; ello por lo que él llamaba "la
    tentación irresistible de una mente ordinaria
    representada por la vida fácil en el Plata". En
    Montevideo le desertaron 170 soldados en tres días y
    en Buenos Aires en cinco días de presencia
    desertó una cantidad equivalente a un regimiento, o
    sea más de 1.000 hombres.

Esta "vida fácil" que según El General
atraía a las "mentes ordinarias", representa las
circunstancias que caracterizan la idiosincrasia
local:

  • 1. La abundancia de recursos naturales para la
    vida y la relativa facilidad de obtenerlos.

  • 2. La poca exigencia social apoyada en una
    cultura y una historia de respeto a la ley y la obediencia un
    patrón histórico-jurídico-cultural;
    teniendo en cuenta que los criollos no eran ni naturales ni
    españoles, rechazados por las dos culturas.

Quizás sea esa la razón por la que la
cultura criolla se ha tragado a quienes vinieron a integrarse a
nuestros países, sintiendo al llegar una sensación
de libertad no experimentada en Europa.

A manera de ilustración es notable conocer a 195
años de distancia la seria limitación que
sufrían los invasores ingleses, protagonistas de la
aventura militar de 1807, quienes se encontraban escasos de
pólvora y municiones y no podían sostener un ataque
en el tiempo; lo que fue compensado por la impericia de la
conducción de las tropas virreinales al mando del Coronel
Francisco Xavier de Elío, que recién llegado de
España con tropas se dirigió resueltamente a
enfrentar a Auchmuty cerca de la ciudad de Colonia.

El discurso de su arenga antes de la batalla de San
Pedro (0/06/1807) resulta interesante, sobre todo teniendo en
cuenta su incapacidad militar y política:

"…jamás he tenido más ganas de
pelear, ni más probabilidades de vencer a este enemigo
mandado por jefes ignorantes de la guerra de tierra, compuesto de
soldados comprados y disgustados. Vosotros sois unos ciudadanos
que voluntariamente estáis con las armas en la mano para
defender vuestra patria, vuestras familias… y no
queréis sufrir el yugo infame de estos piratas".
[38]

Luego del discurso se libró la batalla en la que
los británicos derrotaron y dispersaron a la tropa que se
les opuso en número de más del doble de los
ingleses, con un número inusitado de muertos y heridos del
lado español; además de fusiles, cañones,
pólvora y otros bastimentos capturados, lo que
permitió a Auchmity pertrecharse para invadir Buenos
Aires.

Esta situación tiene similitudes con los
acontecimientos de mayo y junio de 1982; recursos limitados por
la distancia de parte de los ingleses, e incompetencia,
desinteligencias y problemas internos en el mando
argentino.

EL PARTE DEL BRIGADIER GENERAL SIR SAMUEL AUCHMUTY,
"THE TIMES", ABRIL 13, 1807

 "London Gazette", Extraordinary – Lunes, Abril
13 – Downing Street, Abril 12.

Un Despacho del que lo siguiente es una Copia, se
recibió esta mañana en la Oficina del Vizconde
Castlereagh, uno de los principales Secretarios de Estado de su
Majestad, del Brigadier General Achmuty,
[sic] dirigido
al Honorable William Windham:

SEÑOR,   Monte Video,
Feb.6.     

 Toma de Montevideo y  Maldonado (enero
5);  establecimiento de una guarnición en la Isla
Gorriti.

Tengo el honor de informarle que las tropas de su
Majestad bajo mi comando, han tomado por asalto, después
de una resistencia muy decidida,  la importante Fortaleza y
Ciudad de Monte Video.

El Ardent, con su convoy llegó a Maldonado el
5 de enero, e inmediatamente tomé bajo mis órdenes
a las tropas del Cabo, comandadas por el Teniente-Coronel
Backhouse. El 13, evacué esa plaza sin oposición,
dejando una pequeña guarnición en la Isla de
Goretti [Gorriti].

 El desembarco en una bahía al oeste de
Punta Carretas.

Consultado el Contralmirante Stirling, se
determinó atacar a Monte Video; y  en la
mañana del 18 desembarqué al Oeste  de las
Rocas de Caretas
[Carretas], en una pequeña
Bahía distante de la ciudad cerca de nueve millas. Cuando
desembarcamos. El enemigo se hallaba  muy  fuerte,
con  cañones en las alturas, pero no se 
opuso a nosotros y me permitió adoptar una
posición firme, distante de la costa cerca de una milla.
En la tarde comenzó un  cañoneo sin
importancia y se efectuaron algunos disparos a la avanzada
continuados ocasionalmente durante nuestra permanencia en ese
lugar.

El ataque; la estrategia
británica.

El 19 nos aproximamos a Monte Video, La columna de
la derecha bajo el Honorable Brigadier-General Lumley fue
rápidamente atacada. Cerca de cuatro mil caballos del
enemigo ocuparon dos alturas, al frente y a la derecha. En cuanto
avanzamos recibimos una andanada de metralla pero una
rápida carga al frente del batallón liviano bajo el
Teniente-Coronel Brownrigg dispersó al cuerpo que 
luchaba, con la pérdida de un cañón. El
enemigo en el flanco no esperó otro movimiento similar y
retrocedió. Continuaron retirándose y, excepto un
distante cañoneo, nos permitieron tomar una
posición  a cerca de diez millas de la Ciudadela sin
ninguna oposición. Nuestras avanzadas ocuparon los
suburbios y se situaron  unos pequeños pelotones
cerca de las fortificaciones; pero en la tarde se evacuó
la principal parte de los suburbios
.

A la mañana siguiente el enemigo salió
de la ciudad. Avanzó en dos columnas; la derecha
consistente en la caballería, mientras que la otra, de
infantería, atacó nuestra línea de batalla;
esta columna presionó a nuestra avanzada y lo hizo con tal
fuerza que el Coronel Browne a la izquierda, que comandaba
nuestro piquete de cuatrocientos hombres, ordenó el apoyo
de  tres compañías del 40º, bajo el Mayor
Campbell; estas compañías se encontraron con la
cabeza de la columna y pelearon con bravura. La carga fue
recibida valientemente y de ambos lados cayó un gran
número de hombres.

Informes equivocados sobre la  debilidad de
las defensas de Montevideo.

Los más verosímiles informes que
recibí me habían inducido a creer que las defensas
de Monte Video eran débiles y que la guarnición no
opondría una resistencia tenaz; pero su actuación
fue verdaderamente respetable, defendiéndose 
hábilmente, estando armados con  ciento  sesenta
cañones.

Toma  de la Isla de
Ratones.

El enemigo, hallándose en posesión de
la Isla de Ratones
[actual Isla Libertad], comandaba el
puerto y supuse que sus botes  armados nos acosarían
en cuanto  nos aproximáramos El día 23 se
construyó una batería de dos cañones para
mantenerlos controlados. Nuestras fuerzas se extendieron hasta el
puerto y aislaron completamente a la guarnición del lado
de tierra.

Instalación de baterías, la
práctica de  una brecha en la
muralla.

El 25 instalamos baterías de cuatro
cañones de veinticuatro libras y dos morteros,  todas
las fragatas y embarcaciones menores se acercaron tanto como era
posible hacerlo  con seguridad y cañonearon  la
ciudad. Pero considerando que la guarnición no estaba lo
suficientemente intimidada  como para rendirse, el
día  28 coloqué  una batería
de  seis cañones de  24 a una distancia de mil
yardas del bastión sureste de la Ciudadela, que
según  me informaban, era tan débil que 
se le podría  practicar fácilmente una brecha.
El parapeto cayó en ruinas, pero la muralla recibió
escaso daño y pronto me convencí que mis medios no
eran los adecuados para un sitio formal; la única
esperanza de éxito que se me presentaba era colocar una
batería  tan próxima como posible al muro del
portón del Sur que une la muralla con el mar y proponerme
practicarle una brecha.  Esto se realizó con una
batería de seis cañones distantes  seiscientas
yardas y aun cuando se hallaba expuesta a un fuego muy superior
del enemigo, que había sido incesante durante todo el
sitio, se practicó una brecha  al
instante.

 El ataque; constitución de las
tropas, sus comandantes; la intimación de rendición
al Gobernador.

Muchas razones me indujeron a no postergar el
ataque, aunque me daba cuenta de que las tropas estarían
expuestas a un fuego muy intenso al  aproximarse mientras
trepaban por la brecha. Se emitieron órdenes para atacar
una hora antes del  inicio del día siguiente  y
se envió una intimación al Gobernador en la noche
para rendir la ciudad. Este mensaje no obtuvo
respuesta.            
             

Las tropas destinadas al asalto consistieron en el
Cuerpo de Rifleros bajo el Mayor Gardner, la Infantería
Ligera bajo el Teniente Coronel Brownrigg y el Mayor Trotter, los
Granaderos bajo los Mayores Campbell y Tucker y el 38º
Regimiento bajo el Teniente Coronel Vassal y el Mayor
Nugent.

 Fueron apoyados por el 40º Regimiento
bajo el Mayor Dalrymple y el 87º bajo el Teniente Coronel
Butler y el Mayor Miller. El total fue comandado por el Coronel
Browne. El resto de mi fuerza, consistente del 17º Dragones
Ligeros, desprendimientos de los 20º y 21º Dragones
Ligeros, el Regimiento 4º, una compañía del
71º y un cuerpo de 700 marinos acampó bajo el
Brigadier General Lumley para proteger nuestra
retaguardia.

El ingreso por la brecha, su tapiado con 
cueros, dificultades de su reconocimiento.

A la hora fijada las tropas marcharon al ataque. Se
aproximaban a  la brecha antes de ser descubiertos, cuando
se desencadenó sobre ellos el fuego proveniente de todos
los cañones y de la mosquetería de la
guarnición. Aunque  importantes, nuestras
pérdidas durante el sitio fueron menores, considerando
particularmente que no estábamos protegidos y que el fuego
del enemigo era incesante. Pero durante la noche y bajo nuestro
fuego el enemigo había construido una barricada con
cueros, volviendo la brecha casi impracticable. La noche era
extremadamente oscura. La delantera de la columna no halló
la brecha y cuando se aproximó a ella, era tan
sólida que fue equivocadamente tomada por la muralla. En
esta situación las tropas permanecieron bajo un intenso
fuego durante un cuarto de hora, cuando la brecha fue reconocida
por el Capitán Renny de la 40º Infantería
Ligera, que la descubrió cayendo gloriosamente cuando la
escalaba. Nuestros valientes soldados se precipitaron por ella y
aún siendo de acceso difícil  forzaron su
entrada a la ciudad 
(figs. 2 y 3).

La Real Artillería; la buena
interrelación con otros mandos.

La reputación establecida por la
Artillería Real fue firmemente reforzada por la
Compañía bajo mis órdenes y me considero
reconocido a  los capitanes Watson, Dickson, Carmichael y
Wilgress por su celo y denodados. Esfuerzos El Capitán
Fanshaw, de los Ingenieros, fue igualmente arrojado y aunque
siendo reciente en el servicio, se comportó con tal
corrección que no tengo duda de que es un valioso Oficial.
Debido a la intensa fatiga cayó enfermo en el medio de
nuestras operaciones y el Capitán Dickson
rápidamente lo sustituyó.

Es innecesario decir que ha existido la mayor
cordialidad entre el Contralmirante Stirling y mi persona;
recibí de él la atención más amistosa
y la concesión de todo lo que estaba en su
mano.

Los Capitanes y Oficiales de la Armada han sido
igualmente eficientes en ayudarnos; pero me siento
particularmente reconocido a los capitanes Donnelly y Palmer por
sus grandes esfuerzos. Ellos comandaron un cuerpo de
Infantería de Marina que  desembarcó y que
resultó especialmente útil por los
cañones  de las baterías, así como
por  los pertrechos de guerra.

Este despacho le será entregado por el Mayor
Tucker que fue herido durante el ataque; y como confío en
él  desde hace mucho tiempo, le ruego referirse al
él por mayores detalles.

Tengo el honor, etc.

S. ACHMUTY, Brigadier General
Comandante

Las bajas británicas.

P.S. Me es extremadamente doloroso agregar
que  las pérdidas en el ataque fueron importantes.
Muchos  de mis más valiosos  Oficiales fueron
muertos. El Mayor Dalrymple, del 40º, fue el único
Oficial de campo muerto. Los Tenientes-Coroneles Vassal y
Brownrigg y el Mayor Tucker se hallan entre los heridos. Me
preocupa profundamente  comunicar que los dos citados han
sido gravemente heridos.

 Las bajas
españolas.

 Las pérdidas del enemigo fueron
considerables, cerca de ochocientos muertos, quinientos heridos y
el Gobernador Don Pasquil Ruiz Huidobro
[Pascual Ruiz
Huidobro] con más de dos mil Oficiales y hombres son
prisioneros. Cerca de mil quinientos escaparon en botes  o
se ocultaron en la ciudad.

Recibí del Brigadier General el Honorable W.
Lumley y del Coronel Browne la ayuda más eficaz. El
primero protegió la línea del enemigo durante
nuestra marcha y cubrió nuestra retaguardia durante el
sitio. El último condujo la línea de defensa con
gran juicio y  bravura.

 La Artillería Real; apoyo de los
mandos.

La reputación que goza  la
Artillería Real ha sido firmemente sostenida por la
Compañía bajo mis órdenes, y me considero
reconocido a los capitanes Watson, Dickson, Carmichael y Walgress
por sus hábiles y celosos esfuerzos. El Capitán
Fanshaw, de los Ingenieros, fue igualmente arrojado y aunque
reciente en el servicio se condujo tan adecuadamente que no tengo
dudas de que es un valioso Oficial. Debido a la gran fatiga,
cayó enfermo en el medio de nuestras operaciones, y el
capitán Dickson lo reemplazó con el mejor de los
juicios. De los mandos de los Cuerpos y Departamentos, del
Personal general del Ejército, del Personal Médico
y mío propio, he recibido la más rápida y
jovial colaboración.

 El apoyo de la Armada.

Es innecesario decir que existió la mayor
cordialidad entre el Vicealmirante Stirling y yo mismo;
recibí de él la atención más
amistosa  y todo lo que estuvo en sus manos conceder. Los
Capitanes y Oficiales de la Armada fueron igualmente eficaces
para ayudarnos; estoy particularmente agradecido a los Capitanes
Donnelly y Palmer. Ellos comandaron el cuerpo de Marinos que
desembarcaron y nos fueron especialmente útiles  con
sus cañones y con el transporte de las
provisiones
.

Este despacho será entregado a Vd. por el
Mayor Tucker, que fue herido durante  el asalto y  que
hace largo tiempo merece mi confianza Tengo el honor, etc. S.
Achmuty, Brigadier-Comandante.

La Defensa de Buenos Aires

Una vez consolidada la posición inglesa en la
Banda Oriental, para que la invasión de Buenos Aires fuera
repelida hubo errores concurrentes de ambos bandos.

Por el lado español, Liniers cometió un
error parecido al de de Elío; salió a presentar
batalla a campo abierto, pudiendo complicar el desembarco desde
tierra, ya que llegar a las costas de Buenos Aires
requería un largo y trabajoso proceso de chapaleo en una
larga costa barrosa, y quienes en 1807 quisieran intentar un
desembarco podían exponerse al fuego de artillería
y fusilería de costa.

No obstante Liniers trató de enfrentar al General
Whitelocke en una batalla que no tuvo muchas bajas, solo la
dispersión de las fuerzas defensoras, en la zona de los
corrales de Miserere, con un pantano de por medio y una lluvia
invernal que complicó las operaciones.

El general inglés a su vez cometió un
error fatal; en lugar de cerca la ciudad de Buenos Aires por el
Norte, Sur y Oeste, manteniendo al Este el bloqueo naval, se
encerró a sí mismo en la ciudad.

Dos circunstancias Dos circunstancias salvaron la ciudad
de caer en manos enemigas: ante todo la detención de la
brigada Craufurd en los suburbios por órdenes de Gower y
luego porque las divisiones de Elío y de Balbiani no se
empeñaron en la lucha retrogradando de sus posiciones
hasta el centro urbano. En esta plaza había quedado a
causa de una contraorden recibida al momento de salir a
campaña el 2° batallón de Patricios acantonado
en Barracas. Alumbradas las calles y las casas, de acuerdo a una
determinación anteriormente adoptada, la luz sirvió
de faro a las milicias porteñas que se reagruparon
gradualmente.

La vanguardia que había marchado todo el
día sin comer vivaqueó esa noche en el mismo
matadero donde encontraron carne en abundancia lista para mandar
a la ciudad. También obtuvieron galleta de la quinta de
White y otros insumos en las casas vecinas de los suburbios que
saquearon sistemáticamente. En la quinta de White
también «había panadería y personas
que empleaban todo el tiempo del día en hacer pan para el
uso del ejército», según recuerda Joseph
Bullock, a cargo de la Intendencia de la expedición. Gower
por intermedio de White mandó un peón
portugués con una carta para Whitelocke avisándole
lo ocurrido y donde se encontraba, pero el peón
llevó la carta a Liniers.[39]

En la madrugada del día 5 la artillería se
había adelantado al matadero y las tropas se hallaban
listas para avanzar en 12 columnas según las posiciones de
su acantonamiento previo. Whitelocke abandonó la casa de
White y se sumó a sus tropas, dando la orden de
ataque.

Dos días después, la dura resistencia
callejera de los vecinos y milicianos y las desinteligencias del
mando británico acabaron con la ofensiva. Whitelocke
había perdido más de la mitad de sus hombres y la
mayor parte de las columnas habían caído, por lo
que descartado el bombardeo de la plaza solo quedaba la
capitulación. Tras increpar duramente a Auchmuty por
considerar que no lo había seguido adecuadamente y a White
por haber confiado en el apoyo de la población (los
llamó «malditos yanquis»), Whitelocke
tomó la decisión de aceptar la capitulación
propuesta por Liniers.[40]

Repercusiones en Londres

El 12 de septiembre de 1807 llegó la noticia de
la capitulación del Teniente General Whitelocke y su
posterior retirada de Montevideo. El día 14 del Times
decía que podía considerarse como el desastre
más importante sufrido desde el inicio de la guerra contra
Napoleón.

El mismo artículo periodístico comentaba
la invasión de Popham: "nada tenía de honrosa,
nada digno de los recursos o del carácter del país.
Fue una empresa sucia y sórdida concebida y ejecutada con
un espíritu de avaricia y pillaje sin paralelo…" y
respecto a la de 1807 decía: "¿Cómo
podía esperarse que los corazones de esa gente estuvieses
con nosotros, cuando era evidente que los que por primera vez se
apoderaron de aquel lugar habían estado menos ansiosos de
conciliar con los habitantes que de poner fuera de peligro el
botín del que se habían
apoderado
?"[41]

En una carta de Canning a Lord Boringdon, éste le
decía que la expedición a buenos Aires había
concluido y que si no fuera por las pérdidas (entre las
que se contaban las de los comerciantes alentados en su codicia
por Popham) estaría contento de haberse retirado de
allí.

A su vez Auckland, (ex Ministro de Comercio)
escribió a Lord Grenville (ex jefe de Gabinete),
diciéndole: "…lamento lo de Buenos Aires, pero
que solo el plan adoptado pudo traer tal catástrofe, que
es muy mortificante, pues andaban las cosas muy bien y se estaban
consiguiendo amigos y comercio. Si hubiéramos elegido el
partido de la independencia, estoy seguro que habríamos
colocado a todas las provincias españolas en un pie de
libertad sin efusión de sangre ni convulsiones
revolucionarias
".[42]

El informe Gordon al Comandante en Jefe, Duque de York,
dice: "Así terminó la expedición al
Río de la Plata, las consecuencias de la cual han sido las
más lamentadas por el país, y la impresión
que han hecho sobre todo el ejército y sobre todas las
clases del pueblo, han sido mayor que la de cualquier evento que
ha ocurrido desde la destrucción del
ejército… cerca del fuerte Duquesne
(Canadá)".[43]

La doble aventura británica provocó muchas
otras cartas, memorándums, informes y opiniones; todas
más o menos coincidentes en las dificultades de futuros
proyectos para independizar las colonias
españolas.

Un tercer plan de invasión
frustrado

No obstante en 1808 se preparó una tercera
expedición destinada a independizar el Plata, la que
estaría a cargo de Arthur Wellesley (hermanos de Richard
Wellwsley, Virrey de la India), más conocido como el Duque
de Wellington, quien más tarde sería el vendedor de
napoleón en Waterloo. Esta expedición nunca se
llegó a efectivizar, pues fue imperiosamente derivada a
España para enfrentar la invasión
napoleónica.

Para Febrero de 1808, Inglaterra planificaba derrotar al
virrey Liniers y reemplazarlo por un Regente en
representación de la Princesa Carlota, hija de Carlos IV
Rey de España y esposa del Rey de
Portugal; instaurando en Buenos Aires, un Protectorado
Inglés, en lugar del Virreinato del Río de la
Plata.

Francia, ayudada por España (bajo presión
por el Tratado de Fontáinebleau), había ocupado
Portugal, en noviembre de 1807. El Almirantazgo Inglés,
alertado de este avance franco-español, encomendó a
Sir Sidney Smith que comandase una escuadra naval que
debería conducir a la familia real de Portugal al Brasil.
Desembarcó en el río Tajo, a comienzos del
año 1808, y trasladó a la familia real portuguesa,
al gobierno y a los principales miembros de la sociedad
portuguesa a Brasil instalando la corte y la capital en
Río de Janeiro.

Esta operación fue ejecutada con dos días
de anticipación a la llegada del General Junot, con su
ejército a Lisboa; con la activa participación de
Lord Stranford, embajador en la corte portuguesa en Lisboa y
luego en Río de Janeiro.

El 4 de julio de 1808 el Rey de Inglaterra, Jorge III,
decretó el cese de hostilidades con España,
terminó el bloqueo de los puertos españoles y
permitió la entrada de buques españoles a los
puertos de Gran Bretaña.  El tradicional adversario
de España se convertía en aliado y Francia, que
había sido siempre aliada de España, pasa a ser
ahora el enemigo. Los planes del protectorado Inglés en
Buenos Aires se esfumaron.

A su vez el Vice Almirante Albino consigna que en
realidad la presencia naval y militar inglesa permaneció
sin abandonar el Río de la Plata; realizando diversas
acciones piratas desde 1806 y hasta
1808.[44]

Algunos Informes Esclarecedores

Como se señala en un apartado de este trabajo, el
Foreign Office contaba desde siempre con informes oficiales e
extraoficiales, proporcionados por funcionarios del servicio
diplomático, extranjeros al servicio de Inglaterra,
militares, marinos, comerciantes, viajeros de paso, y
naturalmente, residentes ingleses o al servicio de los intereses
ingleses.

Informe Dumouriez (francés al servicio de
Inglaterra):

Entre otras opiniones sugiere al jefe de gabinete
inglés, Lord Castlereagh que conviene enviar una
misión a Buenos Aires para tratar su independencia de
España y su gobierno bajo algún príncipe
europeo, dotándola de un ejército e instituciones;
luego se lograría lo mismo con Chile, Perú,
Venezuela y los demás. También sugiere que si
Napoleón captura a la corte portuguesa, Inglaterra
tendrá que tomar Brasil y declarar su independencia.
Respecto a México dice que aunque cueste mucho en
ejércitos y en dinero, Inglaterra tiene que tomarlo, y
junto a los mexicanos combatir el expansionismo de los Estados
Unidos. Recomienda en especial que no se proponga a ningún
portugués para reinar sobre el Río de la Plata,
pues en Buenos Aires los detestan.

Informe Castlereagh:

Recomienda que se envíe una tercera
expedición al Plata para que se asiente en Montevideo,
supuestamente para proteger la región de los franceses,
aunque en realidad para proteger al aliado luso
brasileños. No se llevó a cabo porque no
proponía la independencia del Río de la Plata, base
de la política Tory, partido que en ese momento gobernaba
Inglaterra.

El 1º de mayo de 1807 informa a sus colegas en un
Memorial que "no tiene esperanzas de conquistar este inmenso
territorio (Sud América) oponiéndose por las armas
a su población"; si el fin era "abrir a nuestros productos
sus mercados" era más conveniente "aproximarse como
mercaderes y no como enemigos", fomentar en sus habitantes las
divergencias con Napoleón "para obtener ventajas
comerciales" y si las cosas llegaban a madurar en una
independencia de América española, Inglaterra
"debería favorecerla solamente como auxiliar y protectora
de los nativos para evitar recelos" H. S. Ferns llama a este
Memorial de Castlereagh -que previó el fracaso militar de
Whitelocke, la futura independencia hispanoamericana y la
ingerencia imperialista consecuente" la base de una centuria y
media de política británica en Sud
América".[45]

Informe Carmille (otro francés al servicio de
Inglaterra):

Dice que desde hace tiempo se aboga por la independencia
de Sudamérica, porque es imposible conquistarla por las
armas, y que debe dárseles a los rioplatenses las
máximas garantías de que jamás
volverán a manos de España.

Informe Wellesley (8 de febrero de
1808):

Expresa que en vista de las experiencias vividas en
Buenos Aires, es su opinión que no se puede conquistar. Lo
mismo opina de las otras colonias. Dice que lo provechoso para
Inglaterra es ayudar a la independencia de las colonias.
Recomienda que las expediciones con fines de independencia sean
fuertes y que se hable y se acuerde antes con los criollos en
forma muy clara y definitiva, por sobre todo, que no se las
abandonará luego ante España. También
recomienda que se establezca una monarquía moderada,
sujeta a leyes y con un parlamento.

También aconseja que se comience por otro lugar y
no por buenos Aires, en vista de los sucesos conocidos; para
evitar derramamientos de sangre y mostrar la verdadera (buena)
intención inglesa. Que lo ideal sería comenzar por
Venezuela, aunque expresa que se presentaría el problema
de que inmediatamente los Estados Unidos invadirían
México, haciendo lo mismo los franceses desde las
Antillas; razón por la que propone que se comience por
México, declarándolo independiente y
protegiéndolo de los Estados Unidos y de Francia; para
ello sería necesario un gran ejército, tanto para
la toma por la resistencia española, como para defenderlo
luego del muy probable ataque estadounidense.

Como base para la expedición a México
propone a Jamaica para concentrar allí los 20.000 hombres
de la fuerza que considera mínima necesaria. Luego para
Venezuela la isla de Granada, como base de concentración
de un ejército de 12.000 hombres.

Informe Beresford (17 de febrero de
1808)

Este informe es muy importante, por provenir de un
conocedor del Plata y hombre de confianza de Castlereagh, quien
lo puso en marcha, aunque no fue llevado a cabo porque poco
después se produjo la invasión de Napoleón a
España, lo que les obligó a desviar la
expedición a la península.

En primer lugar critica a Whitelocke porque su
decisión de meterse en la ciudad en lugar de sitiarla
ocasionó muchas muertes innecesarias y la inquina de los
habitantes. Que ahora no existe otra posibilidad de intentar
independizarlos sin ninguna otra ventaja, porque aunque los
criollos del Plata detestan a los españoles, ahora
detestan más a los ingleses, que mantenerse allí
como invasores sería no solo imposible sino intolerable.
Que antes de independizar al Plata sería necesario
deportar a todo el gobierno y a los españoles y opositores
a la independencia y luego ir entregando paulatinamente el
gobierno a los criollos.

También informa que el pueblo desea la
independencia, sea bajo una forma de gobierno monárquica o
republicana, pero que sea independencia; que la gente más
ilustrada desea una monarquía moderada sujeta a leyes,
pues piensan que una república sería como una
maldición.

Informe Melville (junio de 1808)

Expresa ser partidario de la independencia de
Sudamérica, siempre que no se les imponga un rey. Que
sería mejor tomar Buenos Aires y desde allí lograr
la independencia de las otras colonias. Lo interesante de este
informe es que sugiere aliarse con los Estados unidos para formar
un bloque para enfrentar a Europa.

Capítulo 3

Influencia
británica en la política Criolla
independentista

"abstenerse, si se lo solicita, de reconocer o
aún de ayudar a su independencia."
George
Canning

En el Río de la Plata estaba el partido
español, obviamente quería seguir con la
pertenencia a España, a la vez que seguir acumulando
riquezas con el contrabando. Su principal base era Montevideo
donde estaba de Elío; a su vez en Buenos Aires contaba con
Álzaga, Santa Coloma y Agüero; todos miembros del
Cabildo.

El partido independentista contaba con Liniers, que por
no ser español y a la vez sospechado de
pro-francés, se apoyaba en dicho partido y en las tropas
criollas. A la vez Liniers seguía siendo Virrey para
España; primera base de su poder, a la que mientras tanto
era leal, por lo que se preparó para la Tercera
Invasión Inglesa.

Liniers a su vez barajaba otras opciones:

  • 1. La toma del Río de la Plata por los
    franceses napoleónicos con miras a una posterior y
    supuesta independencia.

  • 2. La toma por parte de los ingleses, con la
    independencia como resultado.

Aunque por el momento seguiría siendo Virrey y
fiel a España, mientras ésta lo mantuviera. Se
podría decir con justicia y sin exagerar que Liniers
jugaba para todos los equipos.

A su vez el partido independentista utilizaba a Liniers
para sus propósitos, por ser influenciable y porque como
dijimos antes, le convenía. Padilla y Moldes se
encontraban en Inglaterra en contacto con Miranda y el gobierno
inglés, tratando de lograr que se produjera la
expedición de Arthur Wellesley para independizar
Sudamérica. Con igual intención estaba
Pueyrredón en España y Rodríguez Peña
en Río de Janeiro.

Ya entronizado José Bonaparte como Rey de
España luego de las abdicaciones de Carlos IV a favor de
su hijo Fernando VII (Motín de Aranjuez), y de Fernando
VII otra vez en favor de su padre Carlos IV, y éste a
favor de Napoleón, y el posterior confinamiento de ambos
en Bayona.

Luego de la sangrienta represión de Murat, el
pueblo español inicia la guerra a los invasores a
través de las juntas constituidas en cada ciudad. La Junta
de Asturias envió una representación a Londres a
pedir ayuda contra el invasor. El pedido les significó a
los ingleses la oportunidad de enfrentar a su enemigo desde una
base continental, como aliados de los
españoles.

Esto provocó que Inglaterra cancelara
inmediatamente sus planes de invadir las colonias
españolas de Sudamérica, lo que había sido
previsto por algunos representantes locales, como
Rodríguez Peña, quien escribió a Miranda
desde Río de Janeiro, pidiéndole que apure la
expedición de Wellesley, porque la demora podría
ser funesta si se levanta España contra
Napoleón.

"Los Americanos en la forma más solemne que
por ahora les es posible, se dirigen à S.A.R. la
Señora Doña Carlota Joaquina, Princesa de Portugal
é Infanta de España, y la suplican les dispense la
mayor gracia, y prueba de su generosidad dignándose
trasladarse al Rio de la Plata, donde la aclamaran por su Regenta
en los términos que sean compatibles con la dignidad de la
una, y libertad de los otros… Aunque debemos afianzarnos y
sostener como indudable principio, que toda la autoridad es del
Pueblo, y que este solo puede delegarla, sin embargo la
creación de una nueva familia Real nos conduciría
á mil desordenes y riesgos. Al contrario la dignidad ya
creada, y adornada al presente de tan divinas qualidades, y que
separándose absolutamente de la dominación
Portuguesa se establecerá en esos territorios nos ofrece
una eterna felicidad y quantas satisfacciones puede prometerse
una nación establecida afirmada y sostenida con las
más extraordinarias ventajas; añadiendo que sin
duda alguna debemos contar con la protección y auxilios de
la Inglaterra".
[46]

Rodríguez Peña era uno de los llamados
"carlotistas", es decir, partidario de establecer un reinado en
el Plata, teniendo como monarca a la princesa Carlota Joaquina;
aunque no ocultaba los temores sobre lo que se podría
desatar en ocasión de concretarse. También
garantizaba a los ingleses que haría lo posible para
preparar a los criollos de Buenos Aires, a fin de recibir a la
fuerza expedicionaria inglesa como amigos. Como reflexión
accesoria advertía que el partido independentista no era
numeroso ni estaba compuesto de vecinos notables, que en las
provincias del interior existían recelos sobre la
reacción de los españoles, y a su vez el partido
español estaba preocupado por las prebendas del
contrabando que les permitía vivir con relativa
comodidad.

Luego del fracaso de la invasión, los conjurados
debieron escapar: Saturnino Rodríguez Peña se
refugió en Río de Janeiro y Aniceto Padilla
emigró a Londres. Ambos gozaron de una pensión del
gobierno inglés en recompensa de este acto. En los
años siguientes fueron partícipes de diferentes
negociaciones que se encaminaban a la independencia, pero con
resultados negativos, como veremos más
adelante.

Ya en Londres, Padilla se reunió con Sir Arthur
Wellesley, más tarde nombrado duque de Wellington, el 2 de
abril de 1808 y, al término de esa reunión, Padilla
le envió una memoria al general inglés. En ella
relata que con la ocupación inglesa, los americanos
"creyeron que el propósito de la nación
británica era proteger la independencia de ese
país; […] Pero como después de eso, la conducta
de los jefes británicos no correspondiera en absoluto con
las esperanzas que el pueblo había concebido, tomaron la
resolución de expulsarlos mediante la reconquista, cosa
que hicieron poco tiempo después".
Más
adelante continúa Padilla: "Peña dirigió
sus pasos a Río de Janeiro para observar el movimiento y
vicisitudes del país, y yo me dirigí a esta capital
para tomar consejo y conferenciar con nuestro compatriota el
general Miranda, cuyos conocimientos, experiencia y los generosos
y constantes esfuerzos para lograr la independencia de los
americanos nos son conocidos desde hace tiempo,".

[47]

Finaliza la nota pidiendo una expedición
británica de unos 6.000 a 7.000 hombres que desembarquen
en la Colonia del Sacramento y desde allí ganar la
voluntad de toda la provincia.

También hay que señalar el temor a la
anarquía, ya que cada ciudad importante, cada puerto, cada
región del Virreinato del río de la Plata
tenía sus grupos de poder y en ellos una idea y un
proyecto político propios. Estos proyectos
políticos venían durante toda la etapa virreinal
sujetos a la administración central impuesta por el
gobierno español, y viviendo una realidad forzada por el
centralismo virreinal.

Finalmente la decisión de la diplomacia inglesa
fue la de aliarse formalmente a Fernando VII, prisionero en
Francia, en contra de Napoleón; por lo que se vieron en la
necesidad, interés y conveniencia política de
oponerse a las pretensiones francesas, portuguesas, las de la
Infanta Carlota Joaquina, (quien a su vez denunció ante
los realistas a sus propios corresponsales criollos), y las de
los mismos criollos; relegando el tema de la independencia. Lo
que finalmente decidió al partido criollo de las diversas
regiones a operar solos, sin el apoyo
inglés.[48]

Son muy ilustrativas las instrucciones que el 5 de
octubre de 1808, George Canning le comunica a J. H. Frere,
embajador inglés en España, acerca de los alcances
de su misión diplomática. En especial lo que
concierne a la actitud británica con respecto a Sud
América. Le indicaba "abstenerse, si se lo solicita, de
reconocer o aún de ayudar a su
independencia."[49]

A esta altura podemos afirmar que la Revolución
de Mayo de 1810 no fue un movimiento contra Napoleón, y
contra un gobierno español que descuidó sus
colonias en América a causa de la guerra; ya que
España tenía un rey, José I;
ilegítimo pero apoyado por buena parte de la sociedad y
pueblo españoles y por el ejército francés.
Contra lo que generalmente se cree, el apoyo inglés de
tropas y dinero no alcanzaba para debilitar a los franceses en la
península, hasta que napoleón debilitó su
posición a causa de la invasión a Rusia, lo que
sucedió mucho después (1812).

Por su parte Pueyrredón, ante el panorama de los
sucesos y el cambio de política de los ingleses; antes de
verse entrampados por franceses o españoles en la
península, escapó hacia el Plata con una
cincuentena de patriotas, a fin de seguir operando a favor de la
independencia.

Desde 1808 en España además del rey
ilegítimo José I, había varias autoridades
auto constituidas, como las juntas de Cádiz, Sevilla y
otras, y las del exilio como Carlos IV y Fernando VII, sin contar
con la Infanta Carlota Joaquina, quien desde Río de
Janeiro se juzgaba virtual reina del Río de la Plata. Ante
este panorama, no es de extrañar que los poderes locales
se encontraran socavados; por una parte de Elío en
Montevideo y por la otra Liniers en Buenos Aires, quien a su vez
no sabía a quién acatar como autoridad superior;
con partidos que se iban definiendo y con una economía muy
complicada a causa de la guerra en Europa, las invasiones
inglesas y los gastos de defensa que éstas habían
ocasionado.

El 14 de diciembre, el gobernador Elío
despachó una nota al Cabildo de Buenos Aires en la cual
comunicaba la existencia de "tres pérfidos proyectos,
el de Pueyrredón; el que proponía Peña y yo
descubrí aquí, y el que recientemente tendrá
V. E. A la vista de resultas de las actuaciones que la Junta
extraordinaria de la fragata Prueba ha dirigido a V. E, y
verá que todos tres coinciden, y todos cuentan con una
seguridad de apoyo en don Santiago de Liniers." Y agregaba
más adelante que: "unido a la Real Audiencia se tome
la providencia de suspender de su mando a un Virrey que atenta la
soberanía, y admite semejantes infamias
[…]"[50]

Podemos concluir entonces que durante el año 1808
se planeaban varias acciones revolucionarias en Buenos Aires. Que
las autoridades tenían conocimiento de estas actividades.
Que existía una combinación entre el Cabildo de
Buenos Aires, presidido por Martín Álzaga y el
gobernador de Montevideo, Javier Elío. Estaban atentos a
los movimientos subversivos y además promovían una
campaña para derrocar al virrey Liniers, bajo los cargos
de amigo de Francia, disoluto y partidario del comercio
libre.[51]

Informantes del Foreign Office antes de
1810

Antes de la Revolución de Mayo, fue muy
importante la labor de inteligencia que realizaba el Ministerio
de Relaciones Exteriores Británico, Foreign
Office
. Recibía constantemente información
proporcionada por los comerciantes y viajeros ingleses que se
encontraban en América del Sur. También lo
hacían los oficiales británicos, en especial los
marinos. En estos informes se encuentra un valioso material que
daba cuenta del estado de las colonias españolas poco
antes de la lucha por la Independencia.

Un informe escrito en el año 1808 por el
comerciante que firma señor Johnson, indica que a pesar de
la derrota británica luego de las invasiones a Buenos
Aires, señala que si bien: "terminaron en desastre y
desgracia, produjeron por lo menos el efecto beneficioso de
ponernos en conocimiento de la fuerza interna de esas regiones y
de la desafección de la mayoría de sus habitantes
con su metrópoli".[52]

Más adelante recalca los beneficios para el Reino
Unido que traería un mercado que compense las
pérdidas producidas por el cierre de los mercados del
Continente Europeo y propone la creación de una
monarquía independiente en Sud América.

El 4 de julio de 1808 el Rey de Inglaterra, Jorge III,
decreta el cese de hostilidades con España, termina el
bloqueo de los puertos españoles y permite la entrada de
buques españoles a los puertos de Gran Bretaña.
Esto modificó todo el tablero político de Europa y
de las colonias. [53]

En agosto de 1808, el Secretario de Estado de Guerra y
las Colonias, Vizconde de Castlereagh, en nombre del gabinete
inglés, encomienda al mayor Burke una misión en
Buenos Aires que consistía en "trabajar las mentes de
los españoles en contra de los franceses
", pensando
en que si España caía en manos francesas,
Inglaterra repetiría lo acontecido con la corte de
Portugal, albergar en América a la corte
española.[54]

Lord Strangford, Embajador británico en la corte
de Río de Janeiro, envió un informe a George
Canning, Ministro de Relaciones Exteriores, en junio de 1808
comunicando sus temores por las intenciones del Príncipe
Regente de Portugal a extender su dominio hasta el Río de
la Plata, y pidió instrucciones sobre cómo debe
proceder. Strangford le comunica que disuadirá al
príncipe de estos propósitos hasta saber la
política británica al respecto.

Canning responde que "rogará seriamente al
ministro portugués de suspender toda operación
ulterior tomada con ese fin, y de respetar en las colonias
sudamericanas, aquellos lazos de interés común y
amistad, con que España y Portugal están ahora
unidos en Europa."[55]

Son ilustrativas las instrucciones que el 5 de octubre
de 1808, George Canning le comunica a J. H. Frere, embajador
inglés en España acerca de los alcances de su
misión diplomática. En especial lo que concierne a
la actitud británica con respecto a Sud América: le
indica "abstenerse, si se lo solicita, de reconocer o aún
de ayudar a su independencia."[56]

A fines de octubre Saturnino Rodríguez
Peña, que estaba exiliado en Río de Janeiro,
envía una serie de cartas a Sidney Smith
presentándole a un grupo de residentes en Buenos Aires que
estarían a favor de la regencia de la Princesa Carlota.
Los principales nombres mencionados son: Juan José
Castelli, Félix Casamayor, y Martín de
Álzaga. Además envía a Buenos Aires otras
escritos para varias personas con el objeto de promover la
regencia de Carlota hasta tanto el rey Fernando VII, prisionero
en manos de Napoleón, pudiera regresar a España.
Rodríguez Peña las envía en manos del
médico inglés, Diego Paroissien, que junto con el
coronel Burke, serán los portadores de esas
misivas.[57]

La moda juntista en España y
América

Antes, durante y después de las invasiones
inglesas hubo muchas rencillas entre Buenos Aires y Montevideo;
en estas peleas internas tuvieron mucho que ver las influencias
internas, aunque el partido más activo era el capitaneado
por Álzaga, que se sentía débil en Buenos
Aires y fuerte en Montevideo, ciudad con mayoría de
españoles, cuyos habitantes entre otras cosas
sostenían la pretensión de ser sede de la codiciada
aduana del virreinato; fundamentando entre otras
cosas:

  • su situación de puerto de mar;

  • la ventaja de ser junto a Colonia, las únicas
    plazas fortificadas en el Río de la Plata;

  • el valor agregado de tener una población de
    probada lealtad a la corona, a diferencia de los
    porteños que no parecían tenerla;

Aunque el tema subyacente era el antagonismo contra el
Virrey Liniers, acusado entre otras cosas de pro francés,
o "afrancesado" como llamaban los españoles a quienes por
convicción o beneficio personal adherían a la
administración Bonaparte.

Por esta razón, en septiembre de 1808 el virrey
ordenó la destitución de Elío y su reemplazo
por el Brigadier Juan Angel Michelena, quien fue repudiado y
agredido por los montevideanos que el 20 de septiembre llamaron a
Cabildo Abierto y se resolvió "obedecer pero no cumplir"
la orden del Virrey estableciendo una Junta de Gobierno presidida
por Elío, que fue la primera junta tuitiva de los derechos
de Fernando VII en el Río de la
Plata.[58]

En noviembre de 1808, Liniers tenía decidido
atacar Montevideo y disolver la Junta pero, un enviado de la
Junta de Sevilla (que iba hacia el Perú) negoció un
entendimiento entre ambas orillas del Plata. Si bien
fracasó en el acuerdo, consiguió que Liniers
depusiera su actitud de atacar Montevideo y de esta manera,
postergó por unos años la inevitable guerra civil
que, necesariamente, debía darse entre los dos puertos del
Plata.

En tanto, el cabildo porteño, apoyado por
militares españoles y muchos criollos —entre los que
se encontraba Mariano Moreno— planearon un alzamiento
revolucionario contra Liniers, para octubre de 1808.

Por diversas razones, se postergó el alzamiento
hasta el 1º de enero de 1809, su objetivo: reemplazar a
Liniers por un régimen de mayor autonomía o de
independencia, en caso de perderse España.

Luego de muchas idas y venidas, cuerpos militares en la
Plaza Mayor y funcionarios yendo del Cabildo al Fuerte y
viceversa, Alzaga comunicó al Virrey Liniers que
había sido depuesto y que una Junta se haría cargo
del gobierno.

Después, la historia conocida, los cuerpos
criollos al mando de Saavedra impidieron la renuncia de Liniers,
desarmaron y disolvieron a los cuerpos españoles y
arrestaron y juzgaron a los miembros del Cabildo, que fueron
desterrados a Carmen de Patagones. De allí fueron
rescatados por Elío y acogidos en Montevideo. Se
tildó de absolutista al movimiento de Alzaga, sin embargo
para el pensamiento de la época, la forma de gobierno
colectiva de emergencia popular (junta) implicaba republicanismo,
democracia.[59]

En el proceso seguido a los conspiradores se encuentra
la declaración de un testigo, que habla de un proyecto de
constitución y congreso o parlamento, elaborado por
Mariano Moreno (el único que se salvó del destierro
junto con Leiva, por sus "fueros de intangibilidad") para esta
parte de América.

La Junta de Montevideo se disolvió el 30 de junio
de 1809 cuando arribó a esa plaza el Virrey del Río
de la Plata designado por la Junta Central, el Teniente General
don Baltasar Hidalgo de Cisneros, un español
juntista.

El 12 de Julio de ese año, Cisneros
recibió en Colonia el acatamiento de la Real Audiencia y
del cabildo de Buenos Aires y el 25 de Julio, el acatamiento de
Liniers, que viajó desde Buenos Aires.

No obstante en 1809 ya estaba instalada la
discusión de la legitimidad del poder gobernante, donde la
figura del Rey se diluía en la representación de
las juntas españolas que competían por la
representatividad real; y en las colonias, a partir de la Real
Orden emitida el 22 de enero de 1809, otorgando representatividad
a los cabildos americanos.

Fue así que a la luz de esta discusión ese
año hubo varios levantamientos en territorio del
Río de la Plata; en los que básicamente se
intentaba deponer a las autoridades españolas y constituir
gobiernos locales:

  • 25 de mayo de 1809 en Chuquisaca;

  • 27 de julio de 1809 en La Paz;

Los Aliados ingleses no eran afectos al sistema de
Juntas, preferían un Consejo de Regencia, de ser posible,
nombrado por ellos mismos.

Además, su prioridad no era la lucha contra
Napoleón por problemas políticos, sino la defensa
de sus intereses económicos, por ello presionaron a los
españoles para que se les entregara el puerto de
Cádiz (llave del comercio con las Américas) bajo la
protección y administración de Inglaterra, o se
retirarían de la lucha.

Al no ceder los hispanos, los ingleses se retiraron a
Portugal esperando la segura derrota de las tropas
españolas: Ocaña, Gerona, Navas de Tolosa,
Córdoba, Granada, Málaga, cayeron en manos
francesas entre octubre de 1809 y enero de 1810, todo ante la
mirada impávida de los cuerpos expedicionarios ingleses
acantonados en Portugal.

Cuarto proyecto de invasión y desenlace
juntista al gusto inglés

Esta vez no fue idea de la conducción
británica, sino un intento de la Junta Central de Sevilla
a solicitud de Elío, (en medio de la pelea contra
Liniers), de enviar una invasión de tropas inglesas al
mando del general Whittingham a fines de 1809, dirigida a su
porpio virrey en Buenos Aires; afortunadamente los ingleses no
permitieron que la expedición se realice.

La influencia directa del gobierno británico ante
la Junta Central la ejercía el embajador Richard
Wellesley, ex Virrey de la India, a cargo de la conducción
política; a su vez hermano mayor de Arthur, quien fuera
luego conocido como el Duque de Wellington, vencedor de Waterloo,
a cargo de la conducción militar.

El embajador Richard Wellesley escribió a su
canciller Canning, informando que media Junta Central es leal a
Fernando VII, y la otra mitad a José I (Bonaparte), por lo
que dudaba que fuera leal a sus aliados ingleses. También
informaba que la Junta recibía a algunos de los
representantes de las colonias, pero que eso lo hacían al
solo efecto de mantenerse en el poder, que cuando en
América se enteraran de la verdadera situación de
España se independizarían.

La Junta Central fue reemplazada (autodisuelta) en el
comando de las operaciones civiles y militares, por el Consejo de
Regencia (cuyos integrantes fueron mayoritariamente designados
por los ingleses, a condición de ser subsidiados en libras
esterlinas), el que asumió el 31 de enero de 1810, lo que
implicaba poner un freno a la revolución española
que se gestaba desde abajo, con ideas liberalizadoras que
apuntaban al corazón del
absolutismo.[60]

Este Consejo de Regencia fue el que intentó
hacerse reconocer como única autoridad en América,
pero con una contradicción fundamental en el razonamiento
ideológico de su petición de obediencia: declaraba
hombres libres a los americanos, de un yugo despótico,
indiferente y codicioso.[61]

Claro y firme ya que los ingleses no vendrían a
ayudar a los americanos; los criollos descartaron la
opción portugesa por intragable y la de Carlota Joaquina
por impracticable, ya que la señora quería gobernar
como mocarca absoluta, es decir, sin leyes que la limiten. Solo
les quedaba mirar hacia adentro del virreinato, donde los
independentistas del puerto habrían de producir la
revolución y acordarla con las gobernaciones del
interior.

Capítulo 4

La
Revolución de Mayo bajo la Atenta mirada
británica

"me han hecho preguntas y han pedido
mi opinión al respecto, he contestado que el gobierno
británico había expuesto ante la faz del mundo que
estaba en favor de la causa y confirmado por un manifiesto
público y por la más activa
cooperación".
Alexander Mackinnon

El 13 de mayo de 1810, los habitantes de Buenos Aires
pudieron confirmar los rumores que circulaban intensamente: la
Junta Central de Sevilla, último bastión de la
Corona española, había caído también
a manos de los ejércitos napoleónicos.
Inmediatamente, el virrey Cisneros advirtió que se
crearía una nueva regencia americana en
representación de Fernando VII y en defensa de la Corona.
Pero la Junta que lo había nombrado había
desaparecido y los patriotas porteños creyeron que era
momento de convocar a un Cabildo Abierto que discutiera los pasos
a seguir.

El 19 y 20 de mayo, las reuniones fueron febriles. El 21
de mayo, una multitud, encabezada por Domingo French y Antonio
Luis Beruti, se reunió con las armas en la mano para
exigir el Cabildo Abierto y la renuncia del virrey. Llevaban el
retrato de Fernando VII y una cinta blanca, símbolo de la
unidad criollo-española. El Jefe del regimiento de
Patricios, Cornelio Saavedra, logró calmar los
ánimos, pero la convocatoria para el día siguiente
era un hecho.

El 22 de mayo, "la parte más sana y principal del
vecindario" concurrió al Cabildo. Como el día
anterior, la plaza estaba llena, mientras transcurrían las
acaloradas discusiones, que se extendieron durante 15 horas. Se
discutía qué hacer tras haber caído Sevilla
en manos de los franceses. Los más conspicuos defensores
del statu quo, entre quienes se encontraban el obispo Benito de
Lué y Riega y el fiscal Manuel Genaro Villota,
sostenían que los americanos debían obediencia a
los españoles. Pero los criollos, en boca de Juan
José Castelli y Juan José Paso, exigían la
conformación de juntas autóctonas porque
consideraban que, desparecido el virrey, el poder había
regresado al pueblo.

Se votó en la noche del 22 y el 23 por la
mañana se realizó el conteo de votos.
Triunfó ampliamente la opción de deponer al virrey
y delegar el poder en el Cabildo. Sin embargo, ese mismo
día el Cabildo daría su golpe contrarrevolucionario
nombrando una junta presidida por el virrey depuesto, algo que
concretaría el 24 por la mañana y que
resultaría inadmisible para los partidarios del
cambio.

La junta propuesta por el Cabildo se componía,
además de Cisneros, por una vocalía integrada por
Cornelio Saavedra y Juan José Castelli (criollos) y el
párroco de Monserrat, Juan Nepomuceno Solá, y el
comerciante José de los Santos Inchaurregui
(españoles). De inmediato, desde los suburbios
porteños cundió el descontento general. Castelli y
Saavedra, que no habían sido siquiera consultados,
renunciaron a integrar la junta, y Patricios y Arribeños
tomaron las armas. Recomenzaron así las discusiones de los
patriotas.

El 25 de mayo, las protestas eran ya incontenibles. La
misma multitud de días atrás ocupaba nuevamente la
plaza.  El movimiento patriota se había instalado
cerca del Cabildo, el cual reunido desde temprano había
rechazado la renuncia de la Junta. Ni los jefes militares estaban
ya del lado del virrey. Los cabildantes debieron finalmente
solicitar la renuncia de Cisneros y aceptar la propuesta de
nombrar una nueva junta. Así, nacía el primer
gobierno patrio.

Saavedra fue el presidente. Lo secundaron Mariano
Moreno, Juan José Paso, Manuel Alberti, Miguel
Azcuénaga, Manuel Belgrano, Juan José Castelli,
Juan Larrea y Domingo Matheu. Todos juraron en nombre de Fernando
VII, pero algunos creían que era sólo
cuestión de tiempo para que esto dejara de ser así.
Años de guerra deberían pasar antes de que el 9 de
julio de 1916 se declarara la independencia.

Informe de Lord Strangford sobre el 25 de mayo y sus
implicancias a la luz de los intereses del Foreign
Office

Para recordar la Revolución de Mayo, reproducimos
una carta despachada desde Río de Janeiro por Lord
Strangford, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de
Gran Bretaña en la corte del Brasil, fechada el 20 de
junio de 1810. Se trata de un documento de trascendental
importancia por cuanto en él no sólo se relatan los
sucesos de mayo con notable detalle, sino que el funcionario
británico detalla las pretensiones del Brasil sobre los
territorios del Río de la Plata y Paraguay, y alude a la
entrevista que mantuvo en Río de Janeiro con Matías
Irigoyen, enviado a esa ciudad en representación del
flamante gobierno de Buenos Aires, donde éste le expuso
aspectos destacados de la política impulsada por el
gobierno porteño.

El hábil diplomático inglés
vaticinaba con una aguda visión de futuro: "pasará
mucho [tiempo] antes de que este gobierno rompa toda alianza con
Fernando VII y establezca un sistema enteramente
independiente".

Había sido recién enviado mi precedente
despacho (enviado al canciller Wellesley el 10 de junio de 1810)
que describía a S.S. el aspecto variable de los problemas
de las provincias que bordean el Río de la Plata, cuando
recibí una información completa de algunos aspectos
contenidos en él, mediante la llegada de H.M.A.B. Pitt,
con la noticia de la revolución ocurrida en Buenos Aires
después de los últimos veinte
días.

Parece que los habitantes de Buenos Aires y de las
provincias adyacentes habían sido mantenidos en la
más profunda ignorancia respecto al estado de los asuntos
de España. Los únicos mensajes que se habían
permitido circular eran dudosas y contradictorias declaraciones
sobre pretendidas y decisivas victorias sobre los franceses que
sólo produjo en la opinión pública un estado
de ansiedad hacia la suspicacia y la alarma.

Alrededor del 30 de abril llegó una fragata
inglesa a Montevideo, después de una travesía de 52
días,  y que al pasar por Gibraltar recogió
noticias con las narraciones más desfavorables, las cuales
el gobierno se vio obligado a publicar en una gaceta, de la cual
tengo el honor de incluir una copia. La reacción provocada
por esta noticia fue de la mayor violencia.

Los comandantes de las tropas entrevistaron al virrey en
la tarde del 19 y le expresaron que la situación era tal
que no podían continuar reconociendo la autoridad de la
Junta
(el Consejo
de Regencia) y que, en consecuencia, debía
renunciar de inmediato. A esta demanda, el virrey
respondió que, si bien estaba decidido a acceder a su
pedido, pensaba que el procedimiento indicaba demasiada
precipitación, que se fundaba en la interpretación
personal de los sucesos, que después de todo, podía
responder a un error de información.

La respuesta del virrey no fue aceptada por ellos y fue
obligado a delegar su autoridad en el cabildo, del cual fue
elegido inmediatamente su presidente (24 de mayo de
1810).

Luego este cuerpo o más bien, una asamblea
general de todas las autoridades constituidas fueron 
reunidas, tomándose la resolución de constituir una
junta provisional,  previa a  la constitución de
un congreso en Buenos Aires, que estaría formado por
diputados de todas las provincias de Hispano América. El
virrey está totalmente excluido de esa junta, lo que ha
provocado el desagrado de los españoles europeos que
forman un pequeño partido de respetable influencia dentro
de la ciudad de Buenos Aires.

Alrededor de 300 personas fueron citadas para elegir a
la nueva junta. De ese número solamente concurrieron 190,
de los cuales 130 votaron a favor de la deposición del
virrey y alrededor de 50, votaron por la continuación del
mismo en su antiguo cargo. Una diputación del cabildo se
apersonó al virrey para anunciarle formalmente la
terminación de su mandato y para recibir de sus manos el
bastón de mando.

La Junta Provisional está formada por nueve
miembros con dos secretarios: Saavedra, el comandante en jefe de
las fuerzas, fue designado presidente. Su primer acto fue renovar
el juramento de adhesión a Fernando VII y su fidelidad a
la causa de España, mientras una parte de ella permanezca
libre de la usurpación de Francia. Se proclamó una
amnistía general a favor de aquellos que habían
votado oponiéndose a esta tendencia, acompañada con
una declaración que afirmaba que esta alteración
producida, había ocurrido como consecuencia de la
disolución de la Suprema Junta (y su consecuencia de la
autoridad del virrey) y que ésta había ilegalmente
abusado del derecho de delegar el poder en una regencia sin
atender al sentimiento del pueblo y, muy especialmente, sin
ninguna deferencia a la opinión de una porción tan
vasta del imperio español como las colonias
americanas.

Fueron despachadas inmediatamente invitaciones a las
otras provincias solicitándoles el envío de
delegaciones a Buenos Aires con el propósito de realizar
un congreso general. Y se estableció que los gastos
ocasionados por el envío de representantes al interior
serían costeados con la paga que el virrey recibía
por su oficio de presidente de la sección control y
contratos de la venta de tabacos.

Se me ha insinuado que uno de los primeros temas que
tratará la Junta será el planteo de la
política futura que adoptará con Inglaterra y esta
corte (Brasil) y que se ha resuelto tomar medidas inmediatas para
atraer el interés del primer país mencionado,
procediendo a abolir las restricciones que las leyes coloniales
imponían al comercio de los establecimientos
españoles y, acordando a Inglaterra, de esta manera, un
anticipo de los beneficios que derivarán del asiento del
nuevo orden de cosas y como prueba de la intención de la
América española de separarse de la Madre Patria, y
también, del intolerable sistema de opresión que ha
aplicado sistemáticamente a sus colonias.

No pienso que decidan mandar un representante o agente
para tratar directamente con el gobierno británico. Por el
contrario, pienso que está casi resuelto no hacerlo,
debido a la molesta posición que esto ocasionaría,
ya que se mantienen ciertos compromisos con España
representada: ya por la regencia o la junta de
Cádiz.

Sin embargo, se me envió una carta, explicando
los puntos de vista y principios del nuevo gobierno, y en ella se
me pide que presente a esta corte (del Brasil) con el cariz
más favorable y propicio, con el fin de obtener del Brasil
la continuación del actual estado pacífico hacia
los habitantes de Hispano América.

Ha decidido también el nuevo gobierno enviar un
agente para que se entreviste personalmente conmigo con la
esperanza de lograr para la Junta el respeto y la
protección de Inglaterra. Las referencias a esta persona
serán detalladas, en otra parte de este
despacho.

SS. posiblemente se sorprenderá, si considera la
mala voluntad y reconocida animosidad existente entre los
euroespañoles y el pueblo de Buenos Aires, de que la
revolución se realizó pacíficamente. Esta
aparente tranquilidad se explica fácilmente: el
ejército está totalmente a favor del nuevo sistema
y de sus componentes, porque ellos son sus principales
comandantes. De ahí que toda resistencia de parte de los
españoles hubiera resultado inútil.

No debe suponerse que las novedades llegadas de
España fueran la única causa que provocó los
acontecimientos de Buenos Aires. Otros sucesos colaboraron para
acelerarlos. Los infructuosos esfuerzos de los agentes enviados
por la Princesa del Brasil para vencer la creciente
antipatía que sus pretensiones provocaron en Buenos Aires;
las sumas de dinero entregadas sin reparo para lograr esos
propósitos por un lado, y el indiscreto e intempestivo
lenguaje usado por Su Alteza Real con las amenazas y represalias
contra el partido popular, por el otro, constituyen el motivo
primero y más importante. La segunda causa fue originada
por la acción violenta del ministro español en esta
corte (del Brasil) que, desde hace largo tiempo exigía del
gobierno portugués la expulsión de algunos
súbditos españoles que residían en
Río de Janeiro y que mantenían correspondencia
activa con los líderes de la independencia de Buenos
Aires.

El gobierno portugués muy atinadamente se
negó a entregarlos, porque vivían
pacíficamente bajo su protección, sin cometer
ofensa alguna a las leyes del país. Estos hechos
provocaron una serie crecida de cartas de parte del ministro
español, redactadas en violento y alarmante lenguaje, al
punto que algunas de estas personas, entre otros, dos hermanos
llamados Pueyrredón, tomaron la resolución de
escapar a Buenos Aires. Arribados a esta ciudad, sus
relatos  (la narración de los peligros  pasados)
interesaron e inflamaron las mentes de sus conciudadanos y
provocaron el apresuramiento en la ejecución de los
proyectos revolucionarios.

Poco después de la llegada del Pitt recibí
la visita del agente que cité anteriormente (Matías
Yrigoyen), enviado por la Junta para comunicarse conmigo. Me
presentó un papel que contenía las firmas de todos
los miembros del mencionado cuerpo y me pidió que
considerara este papel como prueba de la autoridad que
investía.

Su conversación me aclaró varias facetas
del nuevo gobierno; me aseguró que su única
finalidad había sido el aprovecharse de la caducidad de la
autoridad legitimada de España para emancipar las colonias
de la tiranía [a la que está sometida] la Madre
Patria, para conservar a un grande y floreciente estado americano
para los legítimos representantes de la monarquía
española, cuando la otra parte de sus dominios hubieran
caído bajo el poder de Francia. Especificó
también, que en ellos no existía pensamiento
ulterior de independencia, sistema que la América
española solamente admitiría como una alternativa
para escapar del más grande de los conquistadores,
Napoleón) y retornar después al antiguo orden de
cosas. Finalmente negó en nombre de la Junta, cualquier
forma de sometimiento o conexión con los franceses o
tendencia política que causara el más leve
rozamiento con Gran Bretaña.

Me declaró explícitamente que la Junta no
deseaba presionar inmediatamente al gobierno británico,
para obtener una franca declaración de apoyo a favor de
ella, ya que era notorio el trastorno que le causaría por
la interferencia que ello significaría de sus relaciones
con la Suprema Junta de la Regencia, por un lado, y, por el otro,
por la susceptibilidad que podrían despertar los futuros
beneficios  que derivarían de una política
comercial más liberal y que demostraría que el
Gobierno del Río de la Plata estaba decidido a mantener en
materia de comercio una orientación liberal, no para
atraer la simpatía de la nación inglesa, sino como
una necesidad para el gobierno.

Me expresó, con idéntica claridad, la duda
que sentían al presente sobre la actitud que
adoptaría la Gran Bretaña frente a la autoridad que
los españoles pretenden imponer sobre Sud-América,
con relación a  la reciente Regencia creada en
Cádiz o la Regencia del Brasil, a la que ellos se
oponían. Finalmente, aseguró que las colonias
españolas estaban prontas para comprometerse en las
actuales operaciones de guerra con las fuerzas combinadas de
Inglaterra, España y Portugal, unidas en esta
causa.

Con respecto a las pretensiones de la Princesa del
Brasil reforzó sus argumentos con la copia de varias
respuestas que habían sido enviadas por Su Alteza, cuando
las aspiraciones de ésta habían sido auspiciadas
por Sir Sydney Smith.

Como resultado de sus declaraciones respecto a este
asunto manifestó que ninguna fuerza o negociación
logrará que la América española se someta al
gobierno de una persona cuya conducta está marcada por
actitudes tan equívocas.

El punto siguiente de la conversación
versó sobre la influencia que los acontecimientos de
Buenos Aires afectarían a las otras provincias de
Hispano-América. Con respecto a este tema, me
pareció que alentaba más confidenciales esperanzas
de una pronta y efectiva cooperación de todas ellas, salvo
la de Montevideo, de la ciudad de Lima y de sus dependencias,
porque allí era grande y poderosa la influencia de los
españoles europeos y pueden interferir en las esperanzas
del resto de los habitantes.

Un sumario de las actuales esperanzas de la Junta con
respecto a Gran Bretaña podría sintetizarse en las
siguientes conclusiones, de acuerdo a lo que deduje de esta
conversación:

1) Que durante el actual estado de cosas, es decir,
mientras no se cite a la reunión de un congreso general,
Gran Bretaña debe abstenerse de imponer las pretensiones:
ya de la Regencia de España, como de la Princesa del
Brasil, y oponer su poderosa influencia para impedir que estas
pretensiones sean ejercidas por la violencia, en ambos
casos.

Partes: 1, 2, 3, 4
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